Autore in cerca di carattere
¡Buongiorno!
Hoy comenzó un nuevo y maravilloso día y nos encontramos y nos encontramos con este maravilloso reto de hoy. Con esta nueva entrada de miércoles me dispongo a ponerme una gabardina, un buen sombrero y rebuscar entre los cajones para encontrar una lupa porque verán el reto no es fácil.
Hoy comenzó un nuevo y maravilloso día y nos encontramos y nos encontramos con este maravilloso reto de hoy. Con esta nueva entrada de miércoles me dispongo a ponerme una gabardina, un buen sombrero y rebuscar entre los cajones para encontrar una lupa porque verán el reto no es fácil.
#6 - Escribe un relato en el cual el personaje principal sea alguien que conozcas hoy
Así que aquí estoy, con mi gabardina de detective para buscar quién será ese protagonista (porque conocer lo que es conocer... poco se conoce a nueva gente sin quedar uno siniestro "Hola, ¿quieres ser el nuevo protagonista de mi libro?" Quizá no siniestro, pero sí desconcertante. Quiero evitar el ala de psiquiatría tanto como pueda).
Autore in cerca di carattere
«Enfundado en mi gabardina, las solapas del cuello alzadas y las alas de sombrero ensombrecen mi rostro. Es una mañana gris y el humo del cigarrillo se me mete en los ojos como tantas veces pero no me importa. Me han encomendado un único trabajo.
Debo encontrar a una persona única. Tsch. Estos clientes y sus peculiaridades, ya no era bastante con tener que tratar robos o ancianas que no encuentran sus joyas. No, ahora se trata de una joven muchacha de ciudad que, movida por el aburrimiento ha contratado mis servicios para encontrar a "alguien único".
Si no fuera por el dinero... Ignoro el ataque de tos mientras mantengo el cigarrillo entre los labios. Esta mierda acabará matándome.
Mis pasos me mueven por la ciudad mientras deambulo lentamente dejándome arrastrar por el bullicio. El murmullo reconfortante de esta vieja bestia llena de humo y coches, con un latido constante durante el día pero que mutaba durante la noche era mi hábitat. Con el sol en el cielo todo es vidrieras de colores, vestidos, madres con sus carritos de bebés, niños enfundados en uniformes de colegio, conversaciones sobre amores, fiestas, estudios, vacaciones, trabajo,... Cuando era la noche la que ascendía las familias desaparecían y llegaban los trucos sucios, las fiestas salvajes, el alcohol, los bailes, los robos.
Subí a uno de esos buses urbanos. Un hombre trajeado aparentemente respetable se sonreía mientras custodiaba su maletín. Oficinista, salvo por el movimiento convulso del pie. ¿Sería ese? No, era otro más de la noche. Un niño inocente de brillante mirada que observaba su entorno con curiosidad, probablemente su primer viaje en aquel medio de transporte.
Mi atención se desvió cuando en una nueva parada, una mujer que había recorrido casi toda su vida se adelantó a aquellos que esperaban para subir sin preocuparse por las colas de espera. Se cubría con un abrigo de pieles y su mirada de superioridad demostraba que ni siquiera era consciente de la presencia de los demás. No los había visto. Pagó y recogió la vuelta con la misma velocidad como si el dinero y el tiempo se disputasen su valor junto con el orgullo. Con la mirada buscó el sitio menos ofensivo y, dada las casualidades, se sentó frente a mí.
Tensa, su espalda no tocaba el respaldo y con la mano derecha sujetaba el abrigo contra el pecho, una especie de gesto protector contra el mundo. Su mirada nerviosa y despectiva se desplazaba nerviosa por todos los que la rodeaban. Cuanto orgullo caído en desgracia. Unas manchas en la piel y el temblor de los dedos me dieron la pista que me faltaba. Sí, podía ser ella.
Pero antes de poder hablar con ella la mujer se marchó con prisas, las mismas que la perseguían en cada uno de sus movimientos. Me apeé del bus tan rápido que el abrigo casi queda atrapado en las puertas y por poco tropiezo pero no iba a perder su pista. Ignoré a las demás personas que me cruzaba por la calle, cada una de ellas podría haber sido: una adolescente con el cabello con un peinado demasiado moderno y particular, un joven que parecía nervioso mientras observaba los coches pasar y deambulaba una y otra vez por el mismo trozo de acera...
La mujer entró en edificio y yo, por mi parte, me apoyé en la pared para recuperar el aliento tras la precipitada carrera.
— Mira mamá, que señor tan raro,...
Alcé la mirada para encontrarme con un niño que me señalaba con sus dedos regordetes. ¿Hablaba de mí? Fruncí el ceño confuso y le hice un gesto a la madre que se disculpaba por la impertinencia de su hijo.
"Señor tan raro..."
Me miré en la vidriera y el reflejo me devolvió una imagen extraña: un hombre alto, encorvado por el cansancio cubierto por una gabardina y el sombrero torcido. El rostro enrojecido por la carrera y sin duda, toda la apariencia de ser una criatura más perteneciente al mundo nocturno que al mundo de la vida diaria. Un detective privado, un ser en peligro de extinción. Me pasé la mano por el bigote, acomodé mis ropas y enderecé el sombrero.
Debía volver junto a mi cliente, sin duda había sido uno de los trabajos más fáciles de todos.»
Espero que les haya gustado. Claramente no conocí a un detective privado pero si que me crucé con un hombre muy parecido y la verdad es que parecía muy raro, podría haber sido detective. Y los demás personajes también son parte de la fauna de la calle. ¡Lo que uno puede ver por ahí!
Pido miiiil perdones por el retraso en las publicaciones, en breves prometo venir con más y mejor y traer el microrrelato ganador ¡victoria! Ah, les recuerdo que tengo un maravilloso botón para mis seguidores.
¡Saludos!
Mis pasos me mueven por la ciudad mientras deambulo lentamente dejándome arrastrar por el bullicio. El murmullo reconfortante de esta vieja bestia llena de humo y coches, con un latido constante durante el día pero que mutaba durante la noche era mi hábitat. Con el sol en el cielo todo es vidrieras de colores, vestidos, madres con sus carritos de bebés, niños enfundados en uniformes de colegio, conversaciones sobre amores, fiestas, estudios, vacaciones, trabajo,... Cuando era la noche la que ascendía las familias desaparecían y llegaban los trucos sucios, las fiestas salvajes, el alcohol, los bailes, los robos.
Subí a uno de esos buses urbanos. Un hombre trajeado aparentemente respetable se sonreía mientras custodiaba su maletín. Oficinista, salvo por el movimiento convulso del pie. ¿Sería ese? No, era otro más de la noche. Un niño inocente de brillante mirada que observaba su entorno con curiosidad, probablemente su primer viaje en aquel medio de transporte.
Mi atención se desvió cuando en una nueva parada, una mujer que había recorrido casi toda su vida se adelantó a aquellos que esperaban para subir sin preocuparse por las colas de espera. Se cubría con un abrigo de pieles y su mirada de superioridad demostraba que ni siquiera era consciente de la presencia de los demás. No los había visto. Pagó y recogió la vuelta con la misma velocidad como si el dinero y el tiempo se disputasen su valor junto con el orgullo. Con la mirada buscó el sitio menos ofensivo y, dada las casualidades, se sentó frente a mí.
Tensa, su espalda no tocaba el respaldo y con la mano derecha sujetaba el abrigo contra el pecho, una especie de gesto protector contra el mundo. Su mirada nerviosa y despectiva se desplazaba nerviosa por todos los que la rodeaban. Cuanto orgullo caído en desgracia. Unas manchas en la piel y el temblor de los dedos me dieron la pista que me faltaba. Sí, podía ser ella.
Pero antes de poder hablar con ella la mujer se marchó con prisas, las mismas que la perseguían en cada uno de sus movimientos. Me apeé del bus tan rápido que el abrigo casi queda atrapado en las puertas y por poco tropiezo pero no iba a perder su pista. Ignoré a las demás personas que me cruzaba por la calle, cada una de ellas podría haber sido: una adolescente con el cabello con un peinado demasiado moderno y particular, un joven que parecía nervioso mientras observaba los coches pasar y deambulaba una y otra vez por el mismo trozo de acera...
La mujer entró en edificio y yo, por mi parte, me apoyé en la pared para recuperar el aliento tras la precipitada carrera.
— Mira mamá, que señor tan raro,...
Alcé la mirada para encontrarme con un niño que me señalaba con sus dedos regordetes. ¿Hablaba de mí? Fruncí el ceño confuso y le hice un gesto a la madre que se disculpaba por la impertinencia de su hijo.
"Señor tan raro..."
Me miré en la vidriera y el reflejo me devolvió una imagen extraña: un hombre alto, encorvado por el cansancio cubierto por una gabardina y el sombrero torcido. El rostro enrojecido por la carrera y sin duda, toda la apariencia de ser una criatura más perteneciente al mundo nocturno que al mundo de la vida diaria. Un detective privado, un ser en peligro de extinción. Me pasé la mano por el bigote, acomodé mis ropas y enderecé el sombrero.
Debía volver junto a mi cliente, sin duda había sido uno de los trabajos más fáciles de todos.»
Espero que les haya gustado. Claramente no conocí a un detective privado pero si que me crucé con un hombre muy parecido y la verdad es que parecía muy raro, podría haber sido detective. Y los demás personajes también son parte de la fauna de la calle. ¡Lo que uno puede ver por ahí!
Pido miiiil perdones por el retraso en las publicaciones, en breves prometo venir con más y mejor y traer el microrrelato ganador ¡victoria! Ah, les recuerdo que tengo un maravilloso botón para mis seguidores.
¡Saludos!
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