The walking windmills

Nuevo día, nueva vida. ¡Bienvenidos de nuevo! Comenzamos la mañana con una nueva entrada de este maravilloso blog y les traigo, por lo tanto el siguiente punto de este reto:



#2 - Reescribe la escena de don Quijote con los molinos de viento pero imaginándote que se enfrenta a una horda de zombis.





Oh, yeah. Esto si que es poner un buen reto en el cual tenemos que salir adelante, porque una cosa es que nos manden con algo común y corriente como "escribe tus cosas" y esto ya es un asunto... (que me quejo de vicio, ahora voy al tema). Primero de todo, voy a poner la escena original y ya luego dejo que mi magia haga su efecto :D


«En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
–La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
–¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
–Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
–Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
–Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes, iba diciendo en voces altas:
–Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.»
Miguel de Cervantes

Pues llega el momento de ponerme con el asunto.

THE WALKING WINDMILLS


«Tras sus andanzas se detuvieron y observaron el amplio campo que se extendía ante ellos. Don Quijote contempló en la explanada un enjambre de sombras que se movía con lentitud, formado por treinta o cuarenta cuerpos. Se volvió hacia su compañero y le dijo:

— La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertábamos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados zombis, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos la vida, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
Su rostro ajado por el sol y el infortunio se vio resquebrajado por un millar de grietas cuando una sonrisa se abrió en sus labios.

— ¿Qué zombis? —dijo Sancho Panza.

— Aquellos que allí ves —respondió a su jefe, extendiendo la mano para señalar la horda—, aquellos de rostros putrefactos y miembros quebrados, que se les suele oler casi a dos leguas.

La determinación del apocalíptico Hidalgo no convencía a su compañero a pesar de las innumerables batallas que habían vivido juntos.

— Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son zombis, sino meros arbustos y lo que le parecen rostros putrefactos y miembros quebrados son ramas volteadas por el viento que hacen andar el follaje con la brisa.

Exasperado, el hombre de la Mancha asintió.


— Bien parece —respondió don Quijote—que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son zombis; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

Dicho esto, sin esperar a su compañero, dio un golpe con el talón a su caballo al que había tenido el honor de llamar Rocinante e ignorando a su compañero se lanzó al galope contra los que éste creía que eran arbustos.

— Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

Los gruñidos y las vidriosas miradas no tardaron en darle la razón al hombre que todos tomaban por loco. Don Quijote de la Mancha desenfundó su arma y se dispuso a enfrentarse a la horda con valor.»

¡Espero que les haya gustado! Nos vemos pronto.

ESREDI

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