La noche de San Juan


¡Feliz sábado! Regreso en este maravilloso fin de semana y tras unos días de descanso para proporcionarles una nueva entrada.

#12 - Escribe una historia sobre un personaje que esté viniendo tu festividad favorita (Navidades, Halloween, San Juan,...)

En un principio consideré viajar al pasado y escribir una entrada sobre la navidad ¡but! hemos vivido recientemente una festividad muy bonita, por lo que no podía dejar pasar la oportunidad de escribir sobre ella.

La noche de San Juan


«— ¿Qué haces?

Ariel alzó la vista de las llamas y se frotó los ojos resecos con el dorso de la mano. Fue una pésima idea, pues tenía la piel llena de barro y cenizas, posiblemente alguna astilla. Ahora además de resecos, le raspaban.

— Nada, miraba el fuego —el joven se limpió las manos en su camisola, sintiendo como una de las astillas se hundía más en el dedo.

Su padre le dio una colleja en la nuca. Lo bastante fuerte para hacerlo trastabillar, no lo necesario para hacerlo caer.

— ¡Auch! —se quejó pero con el buen tino de permanecer lejos del alcance de su mano.

— Ponte a trabajar. La hoguera tiene que arder antes de medianoche.

— Vaaale.


Ariel tenía el ímpetu para el trabajo y la obediencia propio de un muchacho de catorce años: nulo. Aunque fuera la noche del Solsticio y las leyendas abundasen sobre los niños desobedientes, él era demasiado valiente para dejarse intimidar. Echó los últimos leños, se rascó la pierna, bostezó perezoso y caminó hacia el bosque mordisqueando el dedo índice por donde la astilla se estaba hundiendo, con la intención de quitarla lo antes posible, antes de que se infectase.

Una vez consideró que nadie podría molestarlo y había encontrado un hueco lo suficientemente cómodo entre las raíces, se sentó en la tierra a esperar que llegase el momento de comer. Su padre lo llamaría entre gritos, sus hermanos se pondrían a chillar, su madre también. Todos estarían preparados para la gran cena del solsticio y él el que más. Su estómago estaba listo.

Mientras tanto, continuaría mordisqueando la yema de su dedo hasta que pudiera arrancar la maldita astilla.

No se detuvo cuando intuyó el regusto a cobre de una gota de sangre. Y tampoco se movió incómodo cuando las hojas se movieron a su alrededor. La imprudencia de la juventud. Sólo alzó la vista cuando el viento se convirtió en dedos fríos demasiado tangibles para ser imaginarios y éstos rozaban su hombro.

Ariel, con toda su inocencia, no era idiota. Sabía que era la noche perfecta para bromas y aunque no creía en demonios o trasgos, en duendes o fantasmas, tampoco tenía porqué jugarse el cuello. Era sano ser un poco supersticioso. Por ello se puso en pie y miró a su alrededor cogiendo la primera roca grande que encontró esperando que algún demonio del invierno se personificase.

— No te tengo miedo... —dijo aunque su tono no acompañase a sus palabras.

Esperó con el corazón latiendo desbocado. Cuando por fin creía que era todo fruto de su imaginación, los matorrales temblaron y Ariel lo hizo con ellos. No supo si gritar o correr, al final lanzó la piedra con el mal tino de que fuera demasiado alta y no se acercara a su objetivo. De todas formas, ¿qué iba a hacer una piedra contra un demonio?

De entre las hojas surgieron dos manos pálidas y cabello blanco.

— Por favor, no me comas...

— ¿Comerte?

Era una voz de niña.

Ariel miró y se encontró con una cría que tendría su edad, menos quizá. Estaba cubierta de arañazos y con hojas enredadas en su pelo. No se parecía en nada a un demonio, ni a un trasgo, un duende o un fantasma. Era hasta bonita y no parecía que fuera a comérselo.

— ¿Puedo... puedo ayudarte? 

La niña asintió.

— Tengo frío.

Ariel era un muchacho listo.

— Ven, te llevaré junto a las hogueras.

La joven sonrió y le tendió una mano. El niño estaba tan sorprendido y aliviado por no ser devorado por un demonio que no se percataba de los detalles. La piel de la niña no era rosa, tenía un brillo casi dorado aunque muy deslucido. Sus ojos eran de un azul grisáceo y su piel estaba cubierta de dibujos que hablaban de historias hermosas, de mundos y delirios, de aventuras que Ariel jamás podría haber imaginado... pero solo tenía catorce años y para él, el mundo no tenía secretos.

Quizá podríamos decir que el resto de la noche transcurrió con naturalidad. La niña afirmó llamarse Allegra. Comió, bebió y rio con todos los miembros de la familia de Ariel como si fuera una de ellos. Cuando faltaban un par de minutos para la medianoche, todos se acercaron a las hogueras y Allegra acarició sus espaldas y besó sus mejillas...

Entonces llegaron las doce y saltó a las llamas ante las miradas incrédulas de la familia. Los fuegos se avivaron y un grito profundo hizo temblar los bosques, como una criatura moribunda.

Ariel, sin saber lo que le esperaba, tembló horrorizado.»


¡Espero que les haya gustado! Nos vemos en breves. Saludos =D

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