Rescate
¡Buenas noches! Comenzamos la semana (sé que es martes) con energía renovada y les traigo algo nuevo. Vengo con ansias de escribir, ustedes no pueden verme pero me queman los dedos sobre el teclado. Así que vamos a ello. Hoy toca reto.
Mi libro favorito, o quizá debería decir, mi cuento preferido de cuando era pequeña era: La Bella y La Bestia. Y creo que tengo bastante claro cómo de diferente va a ser todo esto... Allá vamos.
«El héroe notaba las piernas acalambradas tras la ardua cabalgata. Estaba agotado y su montura no se encontraba en mejor estado. La pobre bestia tenía espuma blanca en las comisuras del hocico y el cuerpo empapado de sudor, en cualquier momento caería desplomada pero la meta estaba tan cercana que temía perderla por detenerse.
No podía ser un necio, a fin de cuentas sin montura no podrían huir. Aminoró la marcha y cuando pudo vislumbrar su destino se detuvo. Había escuchado el rumor del agua pero no se fiaba, podría estar envenenada. Tendría que arriesgarse... Bebió sus últimos tragos de agua antes de formar una diminuta poza en la tierra y vaciar en ella las botellas que llevaba en las alforjas.
— Intenta sobrevivir hasta que vuelva, amigo.
El héroe comprobó la espada en su cinto, el escudo en su espalda y si la buena estrella brillaba en el cielo. Los dioses quisieron que con el atardecer las nubes cubrieran cualquier lucero que pudiera aportarle ayuda en su misión. Tendría que valerse de sus habilidades para acabar con la bestia.
La travesía a pie hasta el castillo supuso un tormento para unas piernas agarrotadas pero le dio una oportunidad para despejarse y prepararse para lo peor. Las leyendas sobre la criatura que lo esperaba eran innumerables. Ninguna era capaz de definir al ser, solo hacían hincapié en su crueldad y su pasión por las doncellas hermosas, por el tormento que les hacía pasar.
Él estaba dispuesto a salvarla.
De la doncella sí que se había hablado. No es que fuera la más hermosa del reino o del ducado... pero sí de la comarca. Decían que tenía una voz similar a la de los ángeles, que sus cabellos eran de plata y oro y sus ojos podían romper el corazón de aquel que los mirase durante demasiado tiempo. Aunque fuera verdad, no podía distraerse. No delante de la bestia.
El castillo se sostenía sobre rocas tambaleantes y pútridas enredaderas. Quizá el nombre de aquel edificio fuera lo más estable que tenía. El héroe empujó la puerta temiendo que sus goznes crujiesen y lo delatasen pero por fortuna no lo hizo. Deambuló sigiloso por pasadizos sombríos en los que respirar resultaba imposible. El polvo se incrustaba en los pulmones en cada bocanada y el contacto de cualquier superficie le producía escalofríos.
"Está embrujado. El maldito sitio está embrujado", pensó mientras subía las escaleras hacia la torre, esquivando los huecos que podían llevarlo al abismo.
Avanzó temeroso de cada paso, precavido y a la espera de lo que pudiera suceder. Apuñalaba cada sombra, esperando que fuera la bestia pero ésta no aparecía, como tampoco lo hacía la doncella. ¿Estaría en las mazmorras? ¿No estarían allí?
Solo le quedaban una habitación y un último piso. Abrió la puerta y se encontró en el centro de la habitación, derrumbada sobre sus rodillas, a la doncella. La luna tuvo el buen tino de salir en aquel momento e inundar la habitación con su luz. El héroe se detuvo en el umbral de la puerta, maravillado.
Sus cabellos era de plata, el oro no se apreciaba bajo la luz de la luna. Su piel parecía la más fina porcelana a pesar del encierro. Se cubría el rostro con las manos pero veía caer las lágrimas entre sus dedos como diamantes hasta el suelo. Temblaba desconsolada, parecía a punto de quebrarse.
— Ten piedad...
La voz de un ángel...
— Vengo a salvaros, mi Lady —su voz no fue tan sonora como le hubiera gustado pues estaba conmovido por la belleza.
— Salvadme,... por favor...
Su voz era un suspiro, la caricia de la brisa, un rayo de sol en verano,... Deseaba abrazarla y consolarla, arroparla entre sus brazos y calmar el dolor que la trastornaba. Sin embargo solo alcanzó a dar un paso hacia ella cuando un rugido le obligó a girarse con la espada lista para el combate.
La criatura...
La criatura era tan despreciable como hermosa la doncella. Su sola visión producía náuseas. Su olor contraía el estómago del más valiente y el rugido que profirió quebraba el temple del más curtido guerrero.
— Por favor...
Una súplica como una hoja rozando la piedra,... El héroe recuperó el escaso valor que le restaba y empuñó la espada directo al corazón de la criatura. Gritó en la carrera, dispuesto a matar y morir, a sacrificarse por aquel ángel terrenal, para que pudiera escapar. Su estrella le protegió de los zarpazos y el aliento mortal, guiando el filo de la espada al único hueco donde la coraza del monstruo era vulnerable.
Su grito de muerte resultó tan terrible como sus alaridos de amenaza pero el héroe había cumplido. Ahora podría consolar a su amada y...
Frunció el ceño ante un brillo de plata entre la oscuridad que conformaba la esencia del monstruo agonizante. Se acercó con curiosidad y comprobó que la bestia lloraba diamantes, que aquel animal despreciable le devolvía la mirada más pura y sincera que el héroe jamás había contemplado. Sus iris eran como hilos de plata entretejidos con el reflejo de un río y la espuma de mar, hablaban de dolor y tristeza con tanta intensidad que el héroe se llevó una mano al pecho como si fuera su corazón el que hubiera padecido la estocada mortal.
Con el frío recorriéndole el espinazo, se giró lentamente hacia la habitación donde hasta hacía unos momentos se escuchaban los llantos de la doncella. La joven estaba de pie bajo el rayo de luna, hermosa como una estrella pero sus ojos eran negros como el pecado.
La bestia sonrió, liberada de sus cadenas.
— Gracias, mi héroe.»
Espero que les haya gustado. En breves más y mejor.
Un saludo a todos.
#13 - Usa el título de tu libro favorito cuando eras pequeño/a como inspiración para tu siguiente historia. Escribe una historia que no se asemeje a la original
Mi libro favorito, o quizá debería decir, mi cuento preferido de cuando era pequeña era: La Bella y La Bestia. Y creo que tengo bastante claro cómo de diferente va a ser todo esto... Allá vamos.
Rescate
«El héroe notaba las piernas acalambradas tras la ardua cabalgata. Estaba agotado y su montura no se encontraba en mejor estado. La pobre bestia tenía espuma blanca en las comisuras del hocico y el cuerpo empapado de sudor, en cualquier momento caería desplomada pero la meta estaba tan cercana que temía perderla por detenerse.
No podía ser un necio, a fin de cuentas sin montura no podrían huir. Aminoró la marcha y cuando pudo vislumbrar su destino se detuvo. Había escuchado el rumor del agua pero no se fiaba, podría estar envenenada. Tendría que arriesgarse... Bebió sus últimos tragos de agua antes de formar una diminuta poza en la tierra y vaciar en ella las botellas que llevaba en las alforjas.
— Intenta sobrevivir hasta que vuelva, amigo.
El héroe comprobó la espada en su cinto, el escudo en su espalda y si la buena estrella brillaba en el cielo. Los dioses quisieron que con el atardecer las nubes cubrieran cualquier lucero que pudiera aportarle ayuda en su misión. Tendría que valerse de sus habilidades para acabar con la bestia.
La travesía a pie hasta el castillo supuso un tormento para unas piernas agarrotadas pero le dio una oportunidad para despejarse y prepararse para lo peor. Las leyendas sobre la criatura que lo esperaba eran innumerables. Ninguna era capaz de definir al ser, solo hacían hincapié en su crueldad y su pasión por las doncellas hermosas, por el tormento que les hacía pasar.
Él estaba dispuesto a salvarla.
De la doncella sí que se había hablado. No es que fuera la más hermosa del reino o del ducado... pero sí de la comarca. Decían que tenía una voz similar a la de los ángeles, que sus cabellos eran de plata y oro y sus ojos podían romper el corazón de aquel que los mirase durante demasiado tiempo. Aunque fuera verdad, no podía distraerse. No delante de la bestia.
El castillo se sostenía sobre rocas tambaleantes y pútridas enredaderas. Quizá el nombre de aquel edificio fuera lo más estable que tenía. El héroe empujó la puerta temiendo que sus goznes crujiesen y lo delatasen pero por fortuna no lo hizo. Deambuló sigiloso por pasadizos sombríos en los que respirar resultaba imposible. El polvo se incrustaba en los pulmones en cada bocanada y el contacto de cualquier superficie le producía escalofríos.
"Está embrujado. El maldito sitio está embrujado", pensó mientras subía las escaleras hacia la torre, esquivando los huecos que podían llevarlo al abismo.
Avanzó temeroso de cada paso, precavido y a la espera de lo que pudiera suceder. Apuñalaba cada sombra, esperando que fuera la bestia pero ésta no aparecía, como tampoco lo hacía la doncella. ¿Estaría en las mazmorras? ¿No estarían allí?
Solo le quedaban una habitación y un último piso. Abrió la puerta y se encontró en el centro de la habitación, derrumbada sobre sus rodillas, a la doncella. La luna tuvo el buen tino de salir en aquel momento e inundar la habitación con su luz. El héroe se detuvo en el umbral de la puerta, maravillado.
Sus cabellos era de plata, el oro no se apreciaba bajo la luz de la luna. Su piel parecía la más fina porcelana a pesar del encierro. Se cubría el rostro con las manos pero veía caer las lágrimas entre sus dedos como diamantes hasta el suelo. Temblaba desconsolada, parecía a punto de quebrarse.
— Ten piedad...
La voz de un ángel...
— Vengo a salvaros, mi Lady —su voz no fue tan sonora como le hubiera gustado pues estaba conmovido por la belleza.
— Salvadme,... por favor...
Su voz era un suspiro, la caricia de la brisa, un rayo de sol en verano,... Deseaba abrazarla y consolarla, arroparla entre sus brazos y calmar el dolor que la trastornaba. Sin embargo solo alcanzó a dar un paso hacia ella cuando un rugido le obligó a girarse con la espada lista para el combate.
La criatura...
La criatura era tan despreciable como hermosa la doncella. Su sola visión producía náuseas. Su olor contraía el estómago del más valiente y el rugido que profirió quebraba el temple del más curtido guerrero.
— Por favor...
Una súplica como una hoja rozando la piedra,... El héroe recuperó el escaso valor que le restaba y empuñó la espada directo al corazón de la criatura. Gritó en la carrera, dispuesto a matar y morir, a sacrificarse por aquel ángel terrenal, para que pudiera escapar. Su estrella le protegió de los zarpazos y el aliento mortal, guiando el filo de la espada al único hueco donde la coraza del monstruo era vulnerable.
Su grito de muerte resultó tan terrible como sus alaridos de amenaza pero el héroe había cumplido. Ahora podría consolar a su amada y...
Frunció el ceño ante un brillo de plata entre la oscuridad que conformaba la esencia del monstruo agonizante. Se acercó con curiosidad y comprobó que la bestia lloraba diamantes, que aquel animal despreciable le devolvía la mirada más pura y sincera que el héroe jamás había contemplado. Sus iris eran como hilos de plata entretejidos con el reflejo de un río y la espuma de mar, hablaban de dolor y tristeza con tanta intensidad que el héroe se llevó una mano al pecho como si fuera su corazón el que hubiera padecido la estocada mortal.
Con el frío recorriéndole el espinazo, se giró lentamente hacia la habitación donde hasta hacía unos momentos se escuchaban los llantos de la doncella. La joven estaba de pie bajo el rayo de luna, hermosa como una estrella pero sus ojos eran negros como el pecado.
La bestia sonrió, liberada de sus cadenas.
— Gracias, mi héroe.»
Espero que les haya gustado. En breves más y mejor.
Un saludo a todos.
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