Rescate II: Saving the savior
¡Buenos días!
Muy feliz miércoles a todos y en este día soleado, a mitad de semana les traigo una nueva entrada. Tras unos días de descanso, les presento la continuación y parte final de un relato que ya habían leído como parte de los Retos.
Aquí tienen la primera parte: Rescate
Muy feliz miércoles a todos y en este día soleado, a mitad de semana les traigo una nueva entrada. Tras unos días de descanso, les presento la continuación y parte final de un relato que ya habían leído como parte de los Retos.
Aquí tienen la primera parte: Rescate
Rescate
Saving the savior
«Aquello era imposible.
No,... ¡NO! El héroe retrocedió y sus piernas chocaron con las de la criatura, provocando que tropezase y cayese sobre ella. La piel de la criatura, con cada segundo que pasaba, se deshacía en una especie de gel viscoso que envolvía todo aquello con lo que entrase en contacto. Y el olor... No había palabras para definir el nivel de putrefacción, para aquel ataque abrasivo al olfato.
— ¡Me...! —Se atragantó con la bilis que subió cuando tragó una bocanada de aquel infesto hedor— ¡Me engañaste!
La Bestia meció sus cabellos con gracia y avanzó hasta entrar en el corredor. Una vez lejos del encanto de la luna, los ojos del héroe observaron que aunque era la criatura más hermosa que jamás había contemplado no era perfecta. Su piel no era porcelana pura, parecía resquebrejarse. Su melena de plata y oro estaba deslucida. Lo único que conservaba su pureza eran sus ojos, negros como una noche sin estrellas.
El héroe se maldecía porque la seguía encontrando hermosa aunque viese la verdad.
— ¿Engañarte? —Aquella criatura rio como un ángel y fue más doloroso para el caballero hundirse en los pozos negros que tenía por ojos— Fuiste tu solo. Tú viniste buscando una doncella indefensa. Tú buscabas una bestia horripilante a la que matar. Tú te lanzaste a apuñalar a pobre... —titubeó— ¿Cómo se llamaba? ¿Crystal? ¿Amastista? ¡Esmeralda!
Reía como una niña ante un juguete nuevo, su voz continuaba siendo una caricia pero sus palabras eran hierro oxidado destrozándolo. Sentía que iba a vomitar en cualquier momento.
— Todo es vuestra culpa, ¡BRUJA!
— Claro, ahora soy una bruja. Hace unos momentos era vuestra adorada dama —otra vez aquellas carcajadas—. Oh, mi héroe, cuántos grandes momentos nos esperan de ahora en adelante.
Y tras aquella frase, se dejó caer en un lánguido suspiro a su lado, recostándose sobre el cadáver de Esmeralda sin importarle nada, como si en lugar de carne hedionda se tratase de un colchón de plumas.
— No iré a ningún sitio con vos.
— Claro que si, me perteneces. Has matado por mi, tu espada está a mi servicio... Estoy segura que no quieres escuchar los largos detalles sobre hechizos —jugaba con él, como un gato hambriento—. Pero en resumen, mi valiente caballero, tu vida me pertenece. Como antes me pertenecía la de Esmeralda —aquella bruja le acarició la mejilla—. ¿Cómo te llamas?
— Antón.
La bruja chasqueó la lengua.
— Muy poco heróico. De todas maneras, como si fueras a utilizar tu nombre.
Antón observaba la escena tratando que cobrase sentido en su mente pero le resultaba imposible. Le habían hablado del monstruo horripilante, de la hermosa doncella. ¡Había actuado en consecuencia! Su mente se colapsaba ante la posibilidad de verse atado por la eternidad a una criatura tan vil y despreciable como su oscura mirada auguraba.
— No tiene sentido...
— Oh, mi querido Antón, ¿nunca has escuchado aquello de que "lo importante está en el interior"? No deberías haberte dejado llevar por la primera impresión —la bruja se carcajeó, tomó su rostro entre sus manos y lo besó.
Los labios eran tiernos, suaves, perfectos pero su aliento era nauseabundo. Antón se planteaba coger la espada y matarla. Si eso fallase, matarse.
— Ni se te ocurra, no puedes. No puedes dañarme, no puedes acabar con tu vida porque ya no es tuya si no mía. Debes hacerte a la idea —con gesto de aburrimiento la bruja se puso en pie y se apartó—. Oh, mi dulce Antón, ¿crees que si Esmeralda hubiera podido suicidarse te hubiera esperado? Tendrás que aguardar a que alguna doncella incauta quiera salvar a su príncipe azul.
El guerrero frunció el ceño incrédulo... antes de sentir como su piel ardía de dolor y todo su interior se contraía. Gritó desesperado cuando sus huesos comenzaron a quebrarse, su piel se desgarraba y la sangre bajo ella bullía como lava infernal. Todo dolor que hubiera padecido en su vida no era nada comparado con aquel momento. El hierro de su armadura se fundió con su piel formando una coraza de escamas y sus dedos se afilaron hasta mutar en garras terribles.
— Por fortuna para ti, las historias vuelan rápido y vendrán. Siempre vienen. Esmeralda no fue la primera.
Antón gritó pero su voz ya no era humana y el gruñido que escapó de su boca, ahora hocico, hizo temblar los cimientos de la resquebrajada torre.
— Igual que tu tampoco serás el último.
La bruja caminó de nuevo hasta el haz de luz y se dejó bañar por él, alimentándose de la fuerza de la luna mientras el otrora guerrero luchaba por ponerse en pie sobre sus patas. Ya no era humano, ya no era Antón. Era una bestia inmunda, un ser despreciable, algo terrible por fuera como lo era antes por dentro, al haberse guiado únicamente por las apariencias y la gloria.
— Hasta entonces, serás mi nueva mascota.
Y la bruja gobernó eternamente en su castillo, alimentándose de los corazones negros de doncellas y caballeros demasiado engreídos y vanidosos como para ver la realidad. Si bien ella era despreciable y su alma estaba podrida, era más veloz en ejecutar el castigo y aplicar la moraleja.»
¡Espero que les haya gustado!
En breves más y mejor, nos vemos. Saludos.
No,... ¡NO! El héroe retrocedió y sus piernas chocaron con las de la criatura, provocando que tropezase y cayese sobre ella. La piel de la criatura, con cada segundo que pasaba, se deshacía en una especie de gel viscoso que envolvía todo aquello con lo que entrase en contacto. Y el olor... No había palabras para definir el nivel de putrefacción, para aquel ataque abrasivo al olfato.
— ¡Me...! —Se atragantó con la bilis que subió cuando tragó una bocanada de aquel infesto hedor— ¡Me engañaste!
La Bestia meció sus cabellos con gracia y avanzó hasta entrar en el corredor. Una vez lejos del encanto de la luna, los ojos del héroe observaron que aunque era la criatura más hermosa que jamás había contemplado no era perfecta. Su piel no era porcelana pura, parecía resquebrejarse. Su melena de plata y oro estaba deslucida. Lo único que conservaba su pureza eran sus ojos, negros como una noche sin estrellas.
El héroe se maldecía porque la seguía encontrando hermosa aunque viese la verdad.
— ¿Engañarte? —Aquella criatura rio como un ángel y fue más doloroso para el caballero hundirse en los pozos negros que tenía por ojos— Fuiste tu solo. Tú viniste buscando una doncella indefensa. Tú buscabas una bestia horripilante a la que matar. Tú te lanzaste a apuñalar a pobre... —titubeó— ¿Cómo se llamaba? ¿Crystal? ¿Amastista? ¡Esmeralda!
Reía como una niña ante un juguete nuevo, su voz continuaba siendo una caricia pero sus palabras eran hierro oxidado destrozándolo. Sentía que iba a vomitar en cualquier momento.
— Todo es vuestra culpa, ¡BRUJA!
— Claro, ahora soy una bruja. Hace unos momentos era vuestra adorada dama —otra vez aquellas carcajadas—. Oh, mi héroe, cuántos grandes momentos nos esperan de ahora en adelante.
Y tras aquella frase, se dejó caer en un lánguido suspiro a su lado, recostándose sobre el cadáver de Esmeralda sin importarle nada, como si en lugar de carne hedionda se tratase de un colchón de plumas.
— No iré a ningún sitio con vos.
— Claro que si, me perteneces. Has matado por mi, tu espada está a mi servicio... Estoy segura que no quieres escuchar los largos detalles sobre hechizos —jugaba con él, como un gato hambriento—. Pero en resumen, mi valiente caballero, tu vida me pertenece. Como antes me pertenecía la de Esmeralda —aquella bruja le acarició la mejilla—. ¿Cómo te llamas?
— Antón.
La bruja chasqueó la lengua.
— Muy poco heróico. De todas maneras, como si fueras a utilizar tu nombre.
Antón observaba la escena tratando que cobrase sentido en su mente pero le resultaba imposible. Le habían hablado del monstruo horripilante, de la hermosa doncella. ¡Había actuado en consecuencia! Su mente se colapsaba ante la posibilidad de verse atado por la eternidad a una criatura tan vil y despreciable como su oscura mirada auguraba.
— No tiene sentido...
— Oh, mi querido Antón, ¿nunca has escuchado aquello de que "lo importante está en el interior"? No deberías haberte dejado llevar por la primera impresión —la bruja se carcajeó, tomó su rostro entre sus manos y lo besó.
Los labios eran tiernos, suaves, perfectos pero su aliento era nauseabundo. Antón se planteaba coger la espada y matarla. Si eso fallase, matarse.
— Ni se te ocurra, no puedes. No puedes dañarme, no puedes acabar con tu vida porque ya no es tuya si no mía. Debes hacerte a la idea —con gesto de aburrimiento la bruja se puso en pie y se apartó—. Oh, mi dulce Antón, ¿crees que si Esmeralda hubiera podido suicidarse te hubiera esperado? Tendrás que aguardar a que alguna doncella incauta quiera salvar a su príncipe azul.
El guerrero frunció el ceño incrédulo... antes de sentir como su piel ardía de dolor y todo su interior se contraía. Gritó desesperado cuando sus huesos comenzaron a quebrarse, su piel se desgarraba y la sangre bajo ella bullía como lava infernal. Todo dolor que hubiera padecido en su vida no era nada comparado con aquel momento. El hierro de su armadura se fundió con su piel formando una coraza de escamas y sus dedos se afilaron hasta mutar en garras terribles.
— Por fortuna para ti, las historias vuelan rápido y vendrán. Siempre vienen. Esmeralda no fue la primera.
Antón gritó pero su voz ya no era humana y el gruñido que escapó de su boca, ahora hocico, hizo temblar los cimientos de la resquebrajada torre.
— Igual que tu tampoco serás el último.
La bruja caminó de nuevo hasta el haz de luz y se dejó bañar por él, alimentándose de la fuerza de la luna mientras el otrora guerrero luchaba por ponerse en pie sobre sus patas. Ya no era humano, ya no era Antón. Era una bestia inmunda, un ser despreciable, algo terrible por fuera como lo era antes por dentro, al haberse guiado únicamente por las apariencias y la gloria.
— Hasta entonces, serás mi nueva mascota.
Y la bruja gobernó eternamente en su castillo, alimentándose de los corazones negros de doncellas y caballeros demasiado engreídos y vanidosos como para ver la realidad. Si bien ella era despreciable y su alma estaba podrida, era más veloz en ejecutar el castigo y aplicar la moraleja.»
¡Espero que les haya gustado!
En breves más y mejor, nos vemos. Saludos.
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