La noche de San Juan (VII) - Preguntas & Respuestas

¡Feliz Jueves! Estamos a mitad de semana, iniciando diciembre con muchas ganas. ¡Se nos acaba el año! Genial por todo lo que nos ha traído, así que vamos señores, que ya queda menos.

Primero de todo, tengo algo que decir:

FE DE ERRATAS: cometí un ligero error producto de la emoción durante la escritura del capítulo VI - Allegra. No se trata de la festibidad Imbolc, sino Mabon la que se celebra. Ya la he corregido. El que desee echar un vistazo para ver lo solucionado, es bienvenido. (Me sabía las fiestas peero con el fervor de la escritura, se me confundieron los nombres xD)

Ahora sí.

Previously:
  1. La noche de San Juan
  2. Una estrella
  3. La marca del héroe
  4. Aliados
  5. Exiliados
  6. Allegra

Allá vamos.


La noche de San Juan

Preguntas & Respuestas


«Cuando Diana abrió los ojos se encontró con un paisaje desolador: toda la plaza mayor se encontraba cubierta de cadáveres. Todo hombre, mujer o niño que hasta hacía un momento reía y comía, se había convertido en un cuerpo frío de miradas vacías.

La muchacha se alzó lentamente, observando a su alrededor en busca de algún superviviente pero todos presentaban las mismas heridas: una marca negra en el pecho de una quemadura, como si hubieran disparado una flecha que acertó de pleno.

Las figuras de fuego se habían extinto y solo quedaban restos humeantes que se alzaban al cielo. Debía llamar a su compañero para marcharse de allí tan pronto como fuera posible. Si había sobrevivido alguien más no era una buena señal que solo permaneciera ella en pie. Maldijo por lo bajo haber dejado sus cosas en el carromato pero se hizo con uno de los cayados que portaba un anciano. Mejor aquello que nada.

Continuó avanzando despacio, con la esperanza de encontrar algo o alguien con vida. No obstante, se detuvo sorprendida cuando en el centro de todo, encogido como si estuviera durmiendo, se encontraba Ariel.

— ¡Ariel!

Saltando con destreza entre los cadáveres, corrió a su lado y se arrodilló junto al muchacho que parecía un niño durmiéndo plácidamente. Diana recordó que poco antes de la explosión de llamas, Ariel se había visto envuelto por el fuego. Recordó que lo llamó pero parecía intacto.

Con mucho cuidado lo movió para comprobar su pecho. Al tocarlo, Ariel frunció el ceño y abrió los ojos despacio, como quién despierta de un sueño profundo.

— ¿Ariel? ¿Puedes oírme?

— Si —parpadeó un par de veces, enfocando la mirada en ella y se frotó uno de los ojos—. ¿Por qué me miras así, Diana?

La joven no sabía por donde comenzar a responder. Ni siquiera era capaz de comprender porqué él, que estaba en el corazón de aquel desastre estaba intacto.

— ¿Cómo es que no te ha pasado nada?

— ¡DIANA! —El rugido de Serafín la hizo sobresaltar.

Se giró y lo vio desde el otro extremo de la plaza con una daga en la mano. Alzó la mano para indicarle donde estaba. Serafín, a diferencia de ella, no le importó caminar sobre el campo de cadáveres. Los pisó sin mirarlos dos veces hasta llegar a donde se encontraban Ariel y ella. Se arrodilló junto a ellos y la estudió en busca de heridas.

— ¿Estás bien? —la joven asintió en un movimiento seco de la cabeza. Aliviado, el hombre mudó la expresión de preocupación a una de seriedad—. ¿Qué cojones ha pasado?

Con su compañero de andanzas a su lado, segura de que estaba bien y no había caído víctima de una de esas inexplicables flechas, Diana recuperó el aplomo y se limitó a negar.

— Lo ignoro. El único que lo sabes es él —se giró hacia Ariel—. ¿Qué demonios fue todo esto, Ariel? Estabas en el centro del fuego y no te ha pasado nada. ¿Por qué han surgido esas flechas de fuego? ¿Por qué han muerto todos?

El muchacho les dedicó una mirada cándida y se encogió de hombros.

— Fue Allegra.

— ¿Y quién mierda es Allegra? —Serafín no se caracterizaba por su paciencia.

Ariel nos miró a los dos como si la respuesta fuera una obviedad.

— Un hada.

Ambos observaron atónitos al muchacho, incapaces en un primer momento de comprender que su respuesta fuera una broma de malgusto pero la expresión del niño, más serena que nunca, decía todo lo contrario.

— Nos estás puteando —Serafín se encontraba nervioso. Diana lo conocía lo suficiente para saber que no le gustaba la situación, por lo que apoyó una mano sobre su brazo para calmarlo.

— Si quieres mantener nuestra confianza, esta es tu oportunidad para hablar.

Ariel asintió y recorrió con la mirada su alrededor. Era como si no viera nada de aquel paisaje desolador o, en caso de hacerlo, no le importase.

— Durante la noche de San Juan, conocí a Allegra. Surgió de los bosques, era una niña que se hizo mi amiga. Al llegar la medianoche, saltó a las llamas —se tocaba la palma de la mano. Diana observó la marca que había en ella pero no lo interrumpió—. Muchas veces ocurrían cosas malas y la gente moría a mi alrededor. Hoy apareció —Ariel sonrió con inocencia— y pude ver a mi amiga. Me explicó qué es ella y qué tenemos que hacer.

Diana presionó el brazo de Serafín, adelantándose a éste.

— Nada de lo que dices tiene sentido. ¿Muertes inexplicables? ¿Un hada? ¿Qué es lo que tenemos que hacer?

El muchacho volvió a asentir.

— Debemos viajar hacia Illoch. Ese es el siguiente paso de nuestro viaje. Ellos nos protegen —Sin decir nada más, se puso en pie y les apoyó las manos en los hombros—. Todo tiene sentido, os lo prometo.

Ariel avanzó entre los cadáveres hacia la posada donde se encontraba el carromato. Diana intercambió una mirada con Serafín, la de compañeros que han vivido muchas vicisitudes juntos y se comprenden en silencio: una única oportunidad le darían a aquel niño antes de apartarlo de su lado, antes de que les supusiese un peligro. Illoch estaba en su ruta.»

¡Espero que les haya gustado! Lamento mucho las tardanzas pero es que ando sin tiempo. Iré subiendo cosas a medida que me vaya liberando o encuentre huecos.

¡Un saludo!

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